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Es el Antiguo Cementerio de Begoña un Jardín Cerrado, tanto como lugar para el recuerdo, como un lugar donde mirar al futuro como espacio al servicio de un barrio, que necesita un área estancial segura y ajena al bullicio urbano, en el que se suman múltiples capas, cuyo principal objetivo es el de insuflar una atmósfera de quietud, tan difícil de hallar hoy entre las calles de nuestras ciudades.

En el momento de decidir el carácter que se quiere imprimir a este espacio de uso público han pesado, a partes iguales, su condición preexistente cargada de memoria y su actual naturaleza, teniendo en consideración la relación que el ámbito de estudio establece hoy con el tejido construido de sus inmediaciones, residencial y entreabierto, en un punto de topografía muy compleja.

En el recuerdo quedaba su relación con el Casco Viejo a través de los escalones de las Calzadas de Mallona, cuyo trazado se recupera con una calle de coexistencia. En una mirada actual, se comprende la posición entre los parques Etxebarria y Europa como una oportunidad para conectarlos con un nuevo bidegorri.

En el exterior, el parque se conecta a la villa abriendo su tapia y una nueva entrada. En el interior, se proponen acciones que se depositan en el sitio como capas complementarias que hacen tan profunda su interpretación, como accesible su percepción y disfrute.

La topografía se trata para provocar una suave transición que permita el asentamiento de caminos y el banqueo de la vegetación.

Sobre la topografía se plantea el trazado de tres caminos ordenados jerárquicamente y complementarios en su función. El primero establece el eje que ha permanecido entre los mausoleos. El segundo recorre toda la topografía con una pendiente que garantiza la accesibilidad a todo tipo de personas, llevando al visitante a los lugares secretos del jardín para descubrir los signos que hablan del especial pasado que experimentó el lugar.

Los elementos funerarios que hay en el lugar se consolidan, como significantes del pasado y de la dimensión trascendente del ser humano. Como contrapunto, se proponen una serie de nuevos elementos que reconstruirán el relato del cementerio desaparecido, y por lo tanto de la Villa de Bilbao.

Las arquitecturas existentes se restauran, como lugares para la transmisión de la historia local con medios analógicos y digitales. Otras arquitecturas llenan el parque, como lugares de cobijo, salas al aire libre y lugares para el descanso.

La vegetación se plantea distribuida en siete franjas paralelas a la topografía, con especies consonantes con el clima de Bilbao, formando una serie de telones que cambian radicalmente con las estaciones del año.

A partir de estas acciones tácticas, se recupera la memoria de un lugar y de su ciudad, otorgando al espacio una nueva dimensión, un parque vecinal donde el mayor valor es la atmósfera de recogimiento para disfrutar de una calma todavía posible en la ciudad de Bilbao.